Así titula el libro de Fernando Wills y Juan Leonel Giraldo publicado por editorial Planeta. Ambos autores de reconocido bagaje en la casa editorial El Tiempo y otros periódicos del país, entre esos Tribuna Roja, que en sus momentos de mayor auge alcanzó igual o mayor tiraje que El Tiempo. Una obra dedicada a “aquellos jóvenes, en buena parte un valeroso contingente de mujeres, que se movilizaron a distantes zonas rurales y consagraron su vida a compartir briegas y conocimientos con los campesinos y gentes del pueblo”. Es la historia de Los Descalzos, el movimiento que rechazó la idea estéril de la combinación de todas las formas de lucha y optó por vincularse con las masas campesinas, poniéndose a su servicio mientras compartían quehaceres.
Más de mil jóvenes en su mayoría universitarios salieron a someter a la realidad sus teorías revolucionarias. “En las regiones más pauperizadas soportan sacrificios, penurias, hambre y enfermedades. Al principio los miran con recelo y suspicacia, luego, al ver que sus intenciones de ayudar a integrarse a la comunidad son sinceras, los acogen, ayudan y protegen. Los hombres aprenden a echar azadón, machete, a sembrar, a pescar, y las mujeres se transforman en maestras, en enfermeras, en odontólogas. A medida que se integran ayudan en la educación, en la salud, en la organización campesina y en tomas de fincas. Los terratenientes los rechazan, pero al final algunos los respetan. Crean ligas campesinas, cooperativas agrícolas, escuelas, fundan clínicas en Magangué y el Banco y hacen brigadas de salud en apartados territorios. Otros recorren estos parajes llevando obras junto con el Teatro Libre, el Pequeño Teatro, grupos musicales como el Son del Pueblo o bibliotecas en mula para educarlos y crearles conciencia de clase…”. Años después, tras el asesinato de varios a manos de la guerrilla, muchos tuvieron que regresar a las ciudades o la capital.
Eran los Descalzos de Francisco Mosquera, el dirigente proletario que tras ir a Cuba plantó cara a las ideas erradas del foquismo como fuente exótica para irrigar en el resto del orbe; a cambio, orientó ganarse el corazón y la mente de los campesinos y obreros con el trabajo diario. El libro está especialmente dedicado a él.
Collage realizado por el periódico Soberanía (a partir de la portada del libro ‘Solo teníamos el día y la noche’ y una fotografía de Francisco Mosquera).
Justo ahora, a 30 años de la partida de Mosquera (1941-1994), esta obra reaviva el espíritu de la clase obrera recordando a un partido que supo ir contra la corriente (del imperialismo y el revisionismo). Y se sobrepuso a quienes al interior se incomodaron por el derecho democrático de los descalzos a “juzgar a los dirigentes”, aún en tiempos recientes a aquellos que adecuaron como posada permanente las alianzas electorales con el denominado “centro político”. “Qué camino coge un descalzo al que no se le permite conocer y juzgar a sus dirigentes. Yo no militaría en un partido que prohibiera eso”, supo decir Mosquera. Queda entonces la obra de los descalzos como gesta formadora y hálito de quienes persisten en construir una Colombia soberana.
Columna de opinión tomada de El Diario —el periódico de Pereira—.
Publicada el 3 de agosto de 2024.