Reseña por: Juan Antonio Escobar R. (@JUANANTONIOE) // Codirector del periódico Soberanía. Profesor, escritor e investigador.
Adquiera el libro aquí.
La gesta de centenares de jóvenes que hace 50 años abandonaron las ciudades y se fueron a los pueblos y al campo para cambiar a Colombia.
Un libro que narra la epopeya de los descalzos, un movimiento revolucionario que buscó transformar a Colombia desde las bases
En los estantes de las novedades editoriales se asoma un libro cuya portada es el óleo de Clemencia Lucena, Invasión en Ariguaní. Se trata de un grupo de desposeídos que agitan carteles hechos a mano, así como sus herramientas de trabajo. No tienen armas, pero su actitud combativa es evidente. Delante de aquella muchedumbre, un niño descalzo mira desafiante al posible lector. Su valor es el de aquel que nada tiene que perder y ve en el horizonte una nueva realidad menos ingrata que la que le tocó.
Fernando Wills y Juan Leonel Giraldo, dos plumas experimentadas nos presentan, en algo más de 500 páginas, una gesta sin precedentes, que tuvo lugar entre los años 1973 y 1984. Más de mil jóvenes de varias capitales del país se fueron para las zonas rurales de Colombia, algunos a lugares que pocos podrían ubicar en el mapa como “…Tiquisio, Micumao, Guaranda, Montecristo, Ciénaga de Oro o Bijagual, entre otros” (Wills & Giraldo, 2023, p. 12). El origen citadino de los muchachos en cuestión no fue impedimento para que se dedicaran a toda clase de oficios que iban desde la recolección de café, el arado de la tierra y la enseñanza, hasta la atención de partos.
Un movimiento inspirado en las ideas de Francisco Mosquera
Las posiciones políticas de tan osado destacamento se sustentaban en las ideas de Marx, Lenin, Mao y Francisco Mosquera. Para que Colombia fuera una nación próspera para todos, tendría que lograrse el libre desarrollo de sus fuerzas productivas, pero esto no sería posible si no se libraba al país del imperialismo norteamericano, impulsado desde la Casa Blanca y afianzado por sus lacayos en Colombia. Como muchos no estaban listos para escuchar semejante herejía, a pesar de que esta sintetizara la causa real de sus males, habría que ganarse primero el corazón del obrero, del campesino y del pequeño propietario, lo que solo sería posible viviendo las realidades y compartiendo las penurias de estos.
Sin embargo, la mayoría de las organizaciones de izquierda de aquel entonces, pensaban muy diferente: “Malentendiendo la hazaña de los rebeldes cubanos, que contaron con la decidida solidaridad de su pueblo, centenares de románticos y heroicos jóvenes se habían ido a las montañas empuñando un fusil, en la esperanza de redimir a sus pueblos. Los campesinos los vieron llegar como a marcianos y uno a uno fueron sacrificados o desterrados” (Wills & Giraldo, 2023, p. 22).
Dichos extremismos, cuyo fracaso la historia ha corroborado hasta el cansancio, motivaron el retorno intempestivo de muchos descalzos a las ciudades. Algunos fueron asesinados; otros, torturados. Con la llegada de Belisario Betancur a la presidencia de Colombia se inició un proceso de paz en el que, para dar cumplimiento a una tregua pactada con los grupos insurgentes, se retiró al ejército de varias zonas del país, lo que permitió la extensión del ELN y las FARC. “Como la influencia de los descalzos se hace más notoria en algunas regiones, la guerrilla los persigue y decide exterminarlos” (Wills & Giraldo, 2023, p. 22).
El legado vivo de los descalzos
A pesar de su abrupta interrupción, el proceso de los descalzos posibilitó que las ideas de Francisco Mosquera se extendieron por todo el territorio nacional y que un grupo de militantes de todas las regiones del país continuara entusiasta con su legado. También quedaron un sinnúmero de testimonios que los autores, después tres años de entrevistas, recopilaron en más de 2 mil páginas y que luego, tras un extenuante ejercicio de síntesis, lograron reducir a 500.
Los descalzos fundaron cooperativas campesinas, acompañaron huelgas y toda acción orientada a mejorar las condiciones de vida material de cientos de colombianos olvidados por el Estado. Pero el asunto no terminó ahí. Enriquecer la vida interior de la gente, combatir la indigencia espiritual en la que se sume a muchos para dominarlos con facilidad, fue una de las preocupaciones capitales de Francisco Mosquera, que siempre orientó que los artistas debían ir a los territorios. Fue así como en muchas zonas del país muchos pudieron ver obras de teatro, sin sospechar siquiera que tal expresión artística existía. Descalzarse exige de nosotros una actitud patriótica ante nuestra realidad histórica. Implica estrechar nuestro vínculo con las personas y acompañarlas en sus luchas cotidianas. Es entender que los cambios profundos que el país necesita se lograrán en el día a día, vendiendo el bono de solidaridad, organizando la reunión de usuarios de servicios públicos, conformando comités de trabajo, visitando las veredas, en fin, navegando pacientes por las aguas de la cotidianidad y dejando de fantasear con instantes épicos que llegarán cuando el curso de la historia así lo determine.