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Juan Leonel Giraldo

Autor de los libros 'Solo teníamos el día y la noche', 'Centroamérica entre dos fuegos' y 'El agua de abajo'. Fue asistente de redacción de «Lecturas Dominicales» de El Tiempo y editor y/o colaborador de Tribuna Roja, Diario del Quindío, Cromos, Flash, Cinemes, Cinesí, Cinefin, Frente de Liberación, Teorema, Credencial, Diners, Intermedio, Círculo de Lectores, Planeta y Penguin Random House.

Sobre la vida de Francisco Mosquera: «Tu viaje no se quedará sin cumplir»

Semblanza redactada por Juan Leonel Giraldo, exclusiva para el periódico Soberanía, por invitación de Colombia Soberana.

Meses antes de su muerte, Francisco Mosquera quiso conformar una comisión que se encargara de su biografía. Pensando en esa tarea, Pacho nos citó a algunos de quienes hicimos parte de Tribuna Roja, a Ramiro Rojas, Felipe Escobar, Guillermo Alberto Arévalo y a mí, y a Fernando Wills, reconocido editor. Nos vimos en el cuarto reservado de un restaurante valluno cerca al estadio El Campín.

Pacho tenía un ceño adusto y su cara mostraba una funesta palidez. El espectro de Tánatos parecía rondar ya por su cabeza, y dentro del partido, otros fantasmas, presididos por Ares y Ati, se confabulaban contra sus orientaciones.

Fotografía tomada del periódico Tribuna Roja.

Aquella vez Mosquera no sonrió una sola vez. Casi no probó bocado. Lo que dijo me sonó a un pésimo presagio. Opinó que cuando uno había pasado ya el medio siglo, estaba casi que obligado a hacer una recapitulación de su vida. Creía que debía escribirse su vida, su biografía. Y nos llamaba, a los que había citado en aquel almuerzo, a que lo ayudáramos en eso. Él no tenía tiempo, no podía, quizás no quería, dijo o nos dio a entender. Sin embargo, deseaba, por sobre todo, que esa biografía, mas que seguir el curso de sus años, siguiera el derrotero de sus aportes a la revolución.

Y mencionó, enumerándolos, los que consideraba sus logros originales en política, sin vacilar, como si los hubiera repasado a lo largo de sus últimos años. Esos logros eran éstos primeros, aunque aquí me he atrevido a añadir otros:

  • Su lucha contra el foquismo y el aventurerismo guerrillerista promovido por Cuba, y contra el papel de Cuba como peón de briega del socialimperialismo soviético.
  • Su análisis sobre que en Colombia echó raíces primero el revisionismo que el marxismo-leninismo, y su crítica a la política del Partido Comunista colombiano de combinar todas las formas de lucha, o de tejer ilusiones con fórmulas intermedias como la de «conquistar primero el gobierno y después el Poder».
  • Su crítica de la política estadounidense de integración de mercados, como la alalc, Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, y el Pacto Andino.
  • Su exposición histórica sobre el desarrollo dispar y desigual de América, que parte de una insalvable contradicción heredada: el sector más progresista de Europa llegó al lugar menos avanzado del nuevo continente y, viceversa, el poder más reaccionario, al territorio de las culturas precolombinas menos atrasadas.
  • Su programa para la reforma revolucionaria y por el cogobierno en las universidades, que guió la lucha estudiantil de 1971, como parte de la revolución cultural de Nueva Democracia, en el terreno ideológico, en el arte, en la literatura y demás campos de la cultura, como pasos previos de cualquier revolución.
  • Sus planteamientos sobre la importancia del centralismo sobre la democracia en un partido comunista.
  • Sus investigaciones sobre el relevante papel del azar y los factores externos en el desarrollo de la materia y de la historia.
  • Su concepto de la primacía de la forma sobre el contenido.

El almuerzo transcurrió en un ambiente pesado y sombrío. Se barajaron dos o tres nombres de escritores del partido que podrían encargarse de ir adelantando la biografía y quedamos en reunirnos de nuevo. Sin embargo, nunca más nos volvimos a ver.

Meses atrás, por aquella misma época, el Loco Camargo, Humberto, militante del Moir, le había dicho a Pacho que quería entrevistar a sus padres para que le hablaran de su niñez y juventud. Pacho le dijo que no, que él no quería que se hablara de su vida privada y sus primeros años, si no que se rescatara su obra política. Desde su rompimiento con el Partido Liberal, en 1960, a los diez y nueve años de edad, hasta su larga lucha contra todas las tendencias oportunistas en el seno de la izquierda, en su briega por construir un partido marxista, leninista, pensamiento Mao Tsetung.

Además, Pacho bien sabía que en todas las familias hay Caínes y Abeles y su microcosmos reproduce de manera concentrada las ambiciones y mezquindades de la sociedad burguesa. Él bien podría haber citado a su amado Balzac, quien escribió, «Los que no tienen familia ignoran muchos placeres, pero también se evitan muchos dolores». 

Finalmente, la biografía de Pacho no se ha escrito todavía, pero el vivo interés que hoy hay por su obra señala que no está lejano el día en que sus batallas quedarán fijadas en letras impresas. Sin embargo, si seguimos sus orientaciones, sobre los hechos de los que él quería que se ocupara esa biografía, a partir de sus escritos podremos estudiar su obra revolucionaria.

Voy a enumerar esos textos en orden cronológico:

  • Su entrevista en el libro Colombia. Tres vías a la revolución.
  • Unidad y combate, antología de sus primeros escritos, de febrero de 1971 a diciembre de 1975, entre sus 29 y 34 años de edad.
  • Su entrevista Somos los fogoneros de la revolución.
  • Su libro Las caóticas implicaciones del «sí se puede» de 1983.
  • Su último libro, Resistencia civil, que abarca sus escritos de septiembre de 1976 a noviembre de 1993, entre sus 35 y 52 años.

Además, después de su muerte se publicaron dos libros que testimonian sobre las tareas y el pensamiento de Pacho:

  • 21 autores en busca de un personaje.
  • El pensamiento de Francisco Mosquera. Una aproximación.

Estos siete documentos nos permiten estudiar la biografía de su vida que Pacho quería. En ellos vemos que Mosquera no se dejó seducir por las artimañas y cantos de sirena de los lopismos, del padre y del hijo, de la Revolución en Marcha y del Movimiento Revolucionario Liberal, ni por el programa socialista del anapismo, ni por los heroicos atrevimientos de los guerrilleros de los años 60, ni por el oportunismo de los mansos catedráticos halagados por el establecimiento, ni por las reformas agrarias o las reformas constitucionales urdidas desde Washington, desde la ley 200 de 1936 y la del llerismo, hasta la del 91, ni por trapicheos como los de Contadora y las comisiones de paz o gimoteos por Derechos Humanos, ni por circular en firmes ni por guisar sancochos y ajiacos nacionales.

No, Mosquera una vez conoció los postulados revolucionarios, se fue a buscar a la clase obrera y a fundar con ella su partido.

Fotografía tomada del periódico Tribuna Roja.

En los libros mencionados atrás no aparece uno de los textos más mencionados de Pacho, Hagamos del moec un partido auténtico marxista-leninista, que escribió cuando tenía 24 años, porque él mismo lo consideró un documento inacabado. Pero tanto en Tres vías como en el prólogo de Unidad y combate, Mosquera relata la difícil gestación del Partido, la construcción de su organización y de sus programas, estrategias y tácticas, la rigurosa interpretación de la realidad de Colombia y del mundo. «La característica determinan­te, a la cual se supeditan las otras facetas subalternas de la situación interior, es la de que Colombia tipifica una neocolonia del imperialismo norteamericano y su revolución consiste, pues, antes que nada y por sobre todo, en una revo­lución de liberación nacional. Esta condición de nuestro país, con lo palpable que resulta para muchos, no siempre llega a ser comprendida a plenitud por la totalidad de los revolucionarios colombianos, ni llevada a sus verdaderas y últimas consecuencias, tanto en lo teórico como en lo práctico, en sus reper­cusiones internas y externas», anotó Pacho en este prólogo.

Y como por esos años el Moir apenas se iniciaba en su participación en las lides electorales, advirtió Mosquera allí mismo: «La aspiración suprema de toda revolución es la toma del Poder. La clase obrera sólo llegará a él al frente de una insurrección revolucionaria triunfante. Su partido nunca teje ilusiones al respecto y repudia las fórmulas intermedias del revisionismo de “conquistar primero el gobierno y después el Poder”. El proletariado colombiano no entrará a San Carlos ungido por el “voto universal” ni en ancas de un golpe cuartelario. Por experiencia propia ha comprendido, y se lo enseña el marxismo, que exclusivamente organizando a la mayoría de los desposeídos y humillados y recurriendo a la forma más elevada de lucha “decretará” algún día su emancipación. La senda es empinada y la cumbre distante».

Fotografía tomada del periódico Tribuna Roja.

Con tacto táctico, desde aquellos primeros documentos, incluido Somos fogoneros,  Mosquera emprendió su crítica a las aventuras cubanas, y con mano fuerte condenó las felonías del Partido Comunista colombiano. In extenso, en la medida en que se hicieron y deshicieron acuerdos electorales y sindicales con ese mismo partido, y en la medida en que mientras el Moir desenmascaraba la presidencia de López Michelsen el pc revisionista le hallaba aspectos progresistas. Y en contra de tirios y troyanos, de la unánime izquierda, de Cuba, del revisionismo y de la mismísima China, Mosquera desnudó, solitario, al Pacto Andino, la Alac y la integración de mercados, como políticas del imperialismo norteamericano.

Y viene luego su libro póstumo, Resistencia civil, que es el de su madurez. En el enriquece las polémicas ya mencionadas, y disecciona los dobleces y reveses de los pregonados temas de la paz y la guerra, de la zarabanda de la apertura económica y del contradictorio encuentro entre la Europa avanzada y atrasada con sus contrapartes del Nuevo Mundo. También están en este volumen sus magistrales lecciones sobre la Revolución de Octubre, y sobre Marx y sobre Mao. Y a mí, aquí, particularmente, me conmueven, porque presentían a un Mosquera ejerciendo el Poder, sus sabias y sencillas pautas para manejar las cooperativas campesinas, creadas con las uñas de los descalzos.

Creo que en estos sus libros y documentos, está la esencia de lo que él quería que fuera su biografía. Al fin y al cabo, Pacho podría haber coincidido con Samuel Johnson en que «quien mejor puede poner una vida por escrito es quien la ha vivido». Para poner en duda este parecer, los dos últimos libros que he anotado, ofrecen episodios y aspectos importantes de la vida de Mosquera.

El pensamiento de Francisco Mosquera de Gabriel Mejía es «una aproximación» a los poco conocidos esfuerzos de Pacho por remozar el materialismo dialéctico a la luz de los últimos avances de la ciencia, a dilucidar si deciden más los factores externos que los internos, si la forma es más importante que el contenido y al papel clave del azar.  También a su enfoque marxista de la historia de Colombia y América, a que la verdad no reside de por sí en los revolucionarios y a la necesidad de que la sociedad se maneje sujeta a normas y leyes.

Por último, en 21 autores en busca de un personaje, Hernán Taborda recuerda al Mosquera que después de su polémica en el moec se fue a buscar a la clase obrera y se unió a los combates de los mineros de Amagá, Eliécer Benavides lo revive entre los obreros de la uso en Barrancabermeja, y Óscar Rivera entre los iguazos de la caña en Palmira. Aliados como Alberto Zalamea, Consuelo de Montejo y Jaime Piedrahita, ratifican la limpidez de su política. Orlando Ambrad, Pepe Gómez, Esteban Navajas y otros, reviven la agudeza de su pensamiento y la firmeza y efusividad de su carácter. Y su sigiloso compañero, su último paño de lágrimas, Ramiro Rojas, lo revivifica, como en su brillante ensayo «Actualidad de Francisco Mosquera» del 11 de mayo de 2004 pronunciado en el Hemiciclo de la Biblioteca de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, magnífica síntesis de su vida y su obra.

Esta es pues, por ahora, mi sucinta ilación de la biografía de Mosquera a partir de su propios puño y letra. Aunque él nos la esbozó reduciéndola a unos pocos puntos, únicamente a sus singulares aportes, algunos creemos que él también aportó en otros campos más, como por ejemplo en la política de los Pies Descalzos. Es tal la certeza y riqueza de sus ideas que aún dan y sobran como faros por largo tiempo. Alegrémonos de haberlo conocido y de haberlo tenido como maestro y guía. Y hoy, a treinta fugaces años de su partida, lancemos al viento las palabras de Méntor en la Odisea,  «Tu viaje no será, pues, en vano, y no se quedará sin cumplir».  

Fotografía tomada del periódico Tribuna Roja.

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Juan Leonel Giraldo

Autor de los libros 'Solo teníamos el día y la noche', 'Centroamérica entre dos fuegos' y 'El agua de abajo'. Fue asistente de redacción de «Lecturas Dominicales» de El Tiempo y editor y/o colaborador de Tribuna Roja, Diario del Quindío, Cromos, Flash, Cinemes, Cinesí, Cinefin, Frente de Liberación, Teorema, Credencial, Diners, Intermedio, Círculo de Lectores, Planeta y Penguin Random House.

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