2024 cierra con un oscuro panorama económico para Colombia pues, por cuenta del marchitamiento premeditado de Ecopetrol ―encubierto con la carreta ambientalista―, del descenso en el recaudo por parte de la DIAN y la aplicación juiciosa por parte del Gobierno de Gustavo Petro del recetario económico neoliberal, el cual constituye la columna vertebral de las mal llamadas “reformas del cambio”, el país enfrentará un 2025 con un durísimo recorte presupuestal, anunciado en $20 billones de pesos y que ya va en 28,6 billones.
En el marco de esta situación económica, una de las “jugadas” más nocivas del petrismo contra el país es la que constituye el conjunto de su política educativa: el mayor ataque contra la educación nacional desde la fallida reforma universitaria de 2011.
Y es que para edulcorar el fracaso económico ―por cuenta del continuismo neoliberal―, Petro y sus lugartenientes recurren a la retórica woke, que atomiza a la clase trabajadora al desviar su atención desde las contradicciones fundamentales hacia manifestaciones sintomáticas subjetivamente consideradas, como embellecedora de las cargas de artillería que día tras día lanzan contra el ya golpeado sistema educativo nacional.
Desde el malogrado proyecto de ley estatutaria de educación, que en pocos artículos reabría la puerta al ánimo de lucro creando instituciones de educación mixtas, pasando por la reforma al Sistema General de Participaciones (SGP) que mantiene el recorte presupuestal a los municipios para la educación y, además, promete nuevas y onerosas cargas para las entidades territoriales, entre las que se cuentan la de la educación superior, el último año del Gobierno Petro ha sido el intento de empujar al máximo viejas querencias del imperialismo en un campo como el educativo ―históricamente protegido por organizaciones otrora patrióticas como Fecode, hoy envilecida por dirigentes entregados―.
Tal reforma le entrega los dos primeros años de educación superior a las entidades territoriales, medida que Petro retoma de Álvaro Uribe Vélez y con la que pretenden sumarle al currículo de educación media los créditos válidos para los dos años iniciales del pregrado, en una jugada tremendamente dañina para la calidad educativa, pero bien encuadrada en el criterio neoliberal de eficiencia, que implica menos tiempos de estudio, menos costos globales por estudiante y una calificación sistemática de mano de obra barata a la medida del capital financiero internacional.
La crisis financiera de la Universidad de Antioquia, anunciada hace años por los crecientes índices de autofinanciación del alma mater de Carlos Gaviria Díaz y el manejo cicatero y mañoso que Petro y Rojas Medellín han dado a la misma y el asalto a la Universidad Nacional de Colombia, embarcada ahora en la “constituyente universitaria”, fútil ejercicio que desvía muchas miradas de los asuntos medulares del problema universitario mientras contribuye al marchitamiento de la Nacho por la vía de la entronización de una concepción posmoderna de lo científico, que en nada contribuye a hacerle frente a los enormes problemas que a la Ciencia le presenta la realidad nacional. Dos elementos más de este ataque.
Los recientemente anunciados recortes presupuestales han tratado de encubrirse poniendo sobre la mesa la falsa dicotomía entre ICETEX y sus programas de crédito y subsidio, versus la política de gratuidad en la matrícula universitaria, por cuenta de la cual se pone en riesgo a miles de estudiantes mientras se empujan hacia arriba los índices de hacinamiento en las aulas universitarias y se las obliga a aumentar los índices de autofinanciamiento, lo que en buen cristiano significa avanzar con la privatización. Otro golpe a la calidad.
Alguna vez un profesor de Historia en la Universidad de Córdoba me increpó con una pregunta: ¿de qué le sirve a una sociedad universalizar una educación de mala calidad y controlada ideológicamente por quienes gobiernan?
Hoy esa pregunta se torna más válida aún al ver a Petro y sus alfiles ejecutar toda la política neoliberal para la educación superior, en un sistemático ataque a los intereses nacionales, fortaleciendo los esquemas de subsidio a la demanda a través de los cuales se ha ido convirtiendo el derecho de los colombianos a acceder a educación superior de calidad en un nuevo nicho para el aumento de la tasa de ganancia del capital financiero.
Vale la pena recordar una verdad olvidada, pero vigente: en el terreno educativo el aspecto principal es el contenido científico de los procesos de enseñanza a todo nivel y la forma en que estos procesos se ponen al servicio de los intereses nacionales, para contribuir con la resolución de los grandes problemas históricos que entraban nuestro desarrollo nacional, el principal de ellos, la oprobiosa dependencia de los Estados Unidos, reforzada en el Gobierno de Petro.
En educación, como en otros campos, Petro sirve al imperialismo y ataca fuertemente el interés nacional.