En las últimas semanas, la guerra comercial que viven la superpotencia y el poderoso país asiático ―que tiene en vilo al mundo― se ha tomado los titulares y la conversación pública. Más allá del posible choque del poderío económico, militar, geoestratégico y de sus avances tecnológicos, existen varios aspectos que no se han analizado cuando se cae en la inevitable comparación entre estas dos naciones. Uno de ellos es la situación del hambre, un indicador preciso del estado de avance o retroceso de una sociedad. Revisemos ambos panoramas.
En los últimos 30 años, China logró reducir el hambre a niveles mínimos, mientras que Estados Unidos enfrenta persistentes desafíos de inseguridad alimentaria. Analizar ambos casos es clave para un país como Colombia, donde, según el Dane (2024), el 33 % de la población, equivalente a 17 millones de personas, viven en situación de pobreza monetaria, la cual es la principal causa del hambre.
Según la ONU y otras fuentes oficiales recientes, los porcentajes de población que enfrentan hambre en China rondan el 2,5 %. Esta cifra equivale a 35,3 millones de personas, más de la mitad de la población de Colombia, una cantidad imposible de subestimar, pero que debe contextualizarse, recordando que los habitantes totales de ese país son alrededor de 1412 millones de personas, y que hasta principios de los años 90 la pobreza extrema, y por ende el hambre, afectaban a más de 500 millones de chinos.
La FAO confirmó que China logró erradicar la pobreza extrema alimentaria en 2020, convirtiéndose en un ejemplo mundial en esta materia.
A diferencia de China, Estados Unidos, aunque también es una potencia agrícola, lucha con una inseguridad alimentaria persistente. El Programa Mundial de Alimentos y Departamento de Agricultura (2023) estiman que alrededor del 8 % de los estadounidenses (26 millones de personas) sufren hambre o inseguridad alimentaria entre moderada y grave. Según la organización Feeding America (2024) 13,8 millones de niños (el 10 % de hogares) dependen de bancos de alimentos.
El éxito de China en la lucha contra el hambre
China ha implementado políticas públicas integrales que combinaron políticas agrícolas, tecnológicas y sociales, y es hoy en día un caso de estudio. Una de sus estrategias ha sido la inversión en agricultura sostenible: el gobierno chino impulsó subsidios directos a pequeños agricultores para que los destinaran a la modernización de los sistemas de riego y les brindó acceso a semillas mejoradas, entre otras medidas (FAO, 2021).
De igual forma, el fuerte enfoque en la política de soberanía alimentaria ha sido una de las claves del éxito chino, un tema del que Colombia podrá aprender el día que decida dejar de lado los TLC ―algo que ya no sucederá bajo el Gobierno del “cambio”―. China priorizó la producción local de arroz, trigo y maíz, reduciendo la dependencia de las importaciones (World Bank, 2020). Colombia importa en la actualidad el 100 % del trigo y el 85 % del maíz que consume (FENALCE, 2023).
Otra de las políticas que contribuyó a la exitosa erradicación casi total del hambre fueron los programas de alivio a la pobreza: Medidas como el “Targeted Poverty Alleviation” llevaron alimentos a zonas rurales marginadas (China Daily, 2022). Por último, se destaca del caso chino el uso de la tecnología y la innovación en la lucha contra el hambre. El uso de drones, big data e inteligencia artificial para optimizar las cosechas han sido destacadas como herramientas que optimizaron el alcance de estos logros reconocidos a nivel mundial (Nature, 2021). Debe mencionarse que pese a que el hambre crónica es relativamente baja, según Naciones Unidas, persisten desafíos en áreas rurales, especialmente entre los agricultores de pequeña escala que enfrentan dificultades económicas y limitaciones en infraestructura y acceso a servicios financieros.
Fuente: Our World in Data.
Estados Unidos: Hambre en la superpotencia económica
En comparación con China, EE.UU. tiene altos niveles de inseguridad alimentaria, en proporción a su población y su nivel de riqueza, asociados a un creciente e innegable problema de desigualdad social. Según Humans Right Watch:
“La desigualdad de ingresos en Estados Unidos es muy alta en comparación con otros países ricos: el 10 % de los que más ganan acapara casi la mitad de todos los ingresos y el 50 por ciento inferior obtiene solo el 13 por ciento”.
Aunque es el mayor productor agrícola mundial, 44 millones de estadounidenses dependen de bancos de alimentos para subsistir (Feeding America, 2023).
Programas como Snap (cupones de alimentos) son insuficientes para familias trabajadoras pobres, los cual demuestra ausencia de políticas públicas integrales que den alivio a la inseguridad alimentaria en la primera potencia militar de la tierra (USDA, 2023).
La moneda del hambre y su otra cara: La obesidad
Para nadie es un secreto que Estados Unidos sufre de una epidemia innegable ante el mundo: la obesidad. Según cifras oficiales de las autoridades sanitarias gringas, la tasa de obesidad adulta llega al 41.9 % de la población, es decir que 138 millones de adultos la padecen (CDC, 2022).
De igual forma, se estima que la obesidad infantil llega al 19.7 %, lo cual se traduce en 14.7 millones de niños y adolescentes obesos (Nhanes, 2020). Una de las causas principales de esta epidemia es una dieta alta en comida chatarra, comestibles ultraprocesados, los cuales representan el 60 % de la ingesta calórica de los estadounidenses (Usda 2023).
Por su parte, en China la obesidad va en aumento, pero con cifras menores: La tasa de obesidad adulta llega en la actualidad al 16.4 % (WHO, 2023), equivalente a 230 millones de adultos (de nuevo, en una población de ~1,412 millones).
A su vez, la obesidad infantil llega al 15 %, según la revista médica Lancet (2024), es decir que existen 43 millones de niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad. Los factores clave de este problema son la transición nutricional que ha implicado el masivo fenómeno de migración de la ruralidad a los centros urbanos como producto de la industrialización. Esto ha ocasionado un incremento igual de rápido en el consumo de comida rápida estimado en un 300 % en los últimos 20 años.
¿Qué ejemplo le sirve más a Colombia?
Aunque seguirá siendo la superpotencia en materia financiera y militar aún durante décadas, Estados Unidos no es un ejemplo a seguir en materia de lucha contra el hambre. Colombia debe desarrollar sus propias soluciones adaptadas a las necesidades territoriales y sociales del país, en ese sentido, el modelo chino para la superación de la pobreza y el hambre, con su enfoque en soberanía alimentaria, apoyo estatal a campesinos y tecnología aplicada, es más útil para nuestro país que el sistema estadounidense, donde el dominio absoluto de la lógica del mercado no garantiza acceso equitativo a alimentos nutritivos para todos.
En Colombia, un país que lleva una década pérdida en materia de desnutrición infantil, pese a que el gobierno en cabeza de Petro discuta las cifras de cobertura en atención a la primera infancia, y de paso el método científico de la investigación económica, los panoramas descritos sirven como recordatorio de la necesidad de políticas públicas audaces y urgentes.
En el contexto internacional de una guerra comercial entre la superpotencia y una potencia en ascenso, Colombia debería declararle la guerra al hambre, renegociar los TLC, y renunciar a seguir los dictados que se impone EE. UU. para continuar con lo que Castro Caicedo denominó “Nuestra Guerra Ajena” contra las drogas. Sin estos prerrequisitos, cada vez que la palabra “soberanía” sea mencionada en las alocuciones presidenciales sonará aún más vacía.
Columna de opinión tomada de La Silla Vacía.
Publicada el 22 de abril de 2025.