De acuerdo con la National Geographic hay más de 50,000 plantas comestibles en el mundo, pero solo 15 son responsables del 90 % de la energía alimentaria para los seres humanos, y tan sólo tres ―arroz, maíz y trigo― constituyen dos terceras partes de esa cantidad. Con razón el dicho popular: “¡Que haya arroz, aunque no haya Dios!”
De estos cultivos estratégicos, el único que sobrevive en el país es el arroz, hoy amenazado por un cóctel que aqueja periódicamente a todo el sector: desmonte del Estado interventor y el fomento agropecuario, importación de insumos y semillas, competencia con productos subsidiados, contrabando, pérdida de la investigación, promesas incumplidas de los últimos gobiernos, entre otros.
Este panorama es el resultado del caduco modelo económico del libre comercio, el cual ha dejado como resultado la paulatina destrucción del aparato productivo nacional, especialmente de la industria y el agro. El paro arrocero iniciado el 14 de julio, el segundo de este año, es la expresión más reciente de esta crisis.
Los efectos del neoliberalismo se han visto agravados por la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, tramitado durante el Gobierno de Uribe, implementado en el de Santos y continuado por el de Duque. Mención aparte merece el Gobierno de Petro, quien, a pesar de prometer la renegociación, la desechó una vez llegó al poder y en la actualidad, este TLC, se cierne como una espada de Damocles sobre la producción nacional, y en particular sobre el importantísimo cultivo del arroz, el cual a partir de 2030 tendrá que competir con arroz importado con cero aranceles.
Lo que está en juego es la soberanía alimentaria de Colombia, ya bastante mermada por la importación de más de 16 millones de toneladas de productos agropecuarios. De acuerdo con los arroceros en paro, las pérdidas por los bajos precios pueden llegar a ser de 2 millones de pesos por hectárea y de los 40.000 millones de pesos prometidos por el Gobierno durante el primer paro no se ha desembolsado ni un peso. ¿Hay plata para aviones de guerra y no para apoyar a los productores agrarios?
La renegociación de los TLC busca mitigar los negativos impactos de estos tratados, sin embargo, la gravedad de sus efectos y las medidas unilaterales adoptadas por el Gobierno de Trump, hacen que esa pretensión resulte insuficiente y se haga urgente proponer su denuncia con el propósito de cerrar las venas rotas y recuperar el aparato productivo nacional.
Denunciar el TLC con Estados Unidos, y los que hagan falta, no significa dejar de comerciar con estos países, sino corregir los términos de esa relación para favorecer los intereses nacionales.
Columna de opinión tomada de Vanguardia.
Publicada el 19 de julio de 2025.