La opinión cree que la labor de los congresistas se limita solo a lo que hagan dentro del recinto o, a lo sumo, a gestionar proyectos para las regiones de origen, además del control político a los gobiernos y a las instituciones del poder ejecutivo.
En el caso del senador, por la circunscripción indígena, el médico veterinario, Richard Fuelantala, las anteriores son apenas una parte de sus tareas legislativas, como se vio en el debate, “Reforma Agraria: ¿Una promesa incumplida?”, igualmente con los escándalos que destapó, o con sus intervenciones sobre la soberanía alimentaria contra los TLC y también con la oposición a más impuestos a los hogares, como los que se impusieron a los productos lácteos en la ley 2277 de 2022 y que él busca quitar con otro proyecto que presentó. Además, se opuso a los que se intentaron implantar en la Ley de Financiamiento.
Ha agregado una intensa actividad, vinculada con las luchas y los reclamos de la gente, que “es el lado del que estamos”, según repite en sus intervenciones, para deslindarse de cualquiera de los grupos de la política nacional y del Gobierno.
No le es ajeno ese accionar. Desde su juventud, Richard Fuelantala, cuando era productor de leche o cuando por esa misma labor estuvo vinculado durante más de una década, a la Asociación por la Salvación Agropecuaria y a Dignidad Agropecuaria, de la que fuera presidente, tiene la misma disposición de ánimo firme y optimista. Precisamente, la defensa de los productores del agro es prioritaria en la agenda como senador y también la de su institucionalidad gremial.
Acompañó el plantón de los cafeteros en marzo de 2024, frente a las instalaciones de la Federación, y, luego de las conversaciones con las autoridades, logró modificar las condiciones de venta del café, lo que trajo beneficios a los caficultores ―más en esta época de mejores precios― por decenas de miles de pesos por carga.
Son conocidas también las audiencias, las múltiples mesas de trabajo y las movilizaciones para proteger a los productores de leche, de su Nariño y también de todo el país, de las inicuas importaciones y de la voracidad de las compañías multinacionales que envilecen los precios y que suspenden las compras a su arbitrio. Contribuyó a denunciar la inyección de lactosuero foráneo a la leche y alcanzar una salvaguardia para el comercio de algunos orígenes.
A los cometidos para acompañar a los cultivadores de cebolla, también asediados por las importaciones ilegales y el contrabando, Fuelantala le suma la búsqueda de justicia para las comunidades indígenas, como las wayuu de Riohacha, cuyas tierras ayuda a amparar del despojo y el desplazamiento, y la exigencia de combatir la inseguridad alimentaria que perjudica en especial a la niñez de esta región, o como las de los pastos, quillacingas y awá, fronterizos con Ecuador, con quienes acudió a instancias internacionales a causa de la voladura de sus pasos ancestrales.
Se ha apersonado de las batallas de los arroceros, tanto frente a la displicencia del Gobierno y del Ministerio de Agricultura para cubrir las pérdidas por la baja cotización que les paga el oligopolio que controla el mercado y que se surte asimismo de arroz extranjero, como con el irrestricto apoyo a los agricultores con riego del Sur del Tolima, a quienes las tasas de consumo de agua, cobradas por entidades oficiales, les agravan la terrible situación económica que padecen.
Además, le ha exigido de manera constante al Gobierno nacional que cumpla con los proyectos contemplados en el PND, especialmente, aquellos que deberían garantizar la conectividad del departamento de Nariño.
Fuelantala atiende reclamos de pobladores urbanos, como los de la zona de La Fiscala en Usme, asiste a intercambios con los gremios con respecto a la coyuntura macroeconómica del país y no hay grupos de indígenas que se desplacen a Bogotá pidiendo justicia con los que no haya tenido interlocución y un trato especial para que puedan expresar sus dolamas en la plenaria del Senado por la marginación y el abandono. “Ojalá fueran todos como usted, taita Fuelantala”, le dijo una mayora al despedirse.
Como si se tratara de un mapa de la nación entera, Fuelantala pone una marca roja por cada lucha popular: con los ambientalistas que defienden la Isla de Gorgona contra el proyecto militar estadounidense, o los ganaderos de los Llanos o los mineros campesinos e indígenas de Quinchía en Risaralda o el gremio de taxistas de varias ciudades a quienes respalda en su lucha contra las distintas formas de piratería o con los gremios del transporte de carga con quienes se opuso al incremento del precio del ACPM.
Los días de Richard Fuelantala transcurren en una tarea permanente, que combina el recinto con el sol y el aire libre y la vida sencilla con el trabajo duro, y así lo hará en el año que aún falta para el final de esta legislatura.