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Alberto Morales Gutiérrez

Abogado de la Universidad de Caldas, publicista y experto en comunicación estratégica, con más de 30 años de experiencia. Director de MoralesCom. Autor de ‘Comunicación perceptual’ y otros libros. Ha sido docente universitario y columnista de opinión en varios medios de comunicación.

Roa… ¿roe?

A propósito de la carrera laboral del señor Ricardo Roa, a quien el gobierno del cambio le ha asignado no pocas responsabilidades y cuyo actuar desencadena, a su vez, no pocos interrogantes.

La historia de la mediocridad es tan antigua como la de la civilización. La ineptitud, la incompetencia y el cinismo operan como una especie de inmanencia que caracteriza a algunas personas. Su condición las habilita para ser matreras, truchimanas, escaladoras y sinuosas. Son capaces de alcanzar (a fuerza de relamidas, lagartas y serviles) cargos de enorme poder.

Hay ejemplos francamente dramáticos en nuestro país: un tal Barbosa que llegó a la Fiscalía General de la Nación; un tal Duque que llegó incluso a la Presidencia. Son muchos más, pues este tipo de gente abunda.

El fenómeno es universal y de tal magnitud que en el siglo XVII, el 6 de agosto de 1644, en St. Maries, Oxford, un predicador indignado, Pablo Gosnold, utilizó por primera vez la palabra “caquistocracia”, haciendo una composición con dos término griegos, para referir y definir el “gobierno de los peores”. Hoy en día el uso de este vocablo es recurrente. ¡Estamos rodeados!

El tema me asaltó a propósito de la carrera laboral del señor Ricardo Roa, a quien el gobierno del cambio le ha asignado no pocas responsabilidades y cuyo actuar desencadena, a su vez, no pocos interrogantes.

La información en el sentido de que inició su carrera profesional en 1998, hace suponer que tenía 38 años (nació en 1960) cuando fue nombrado como director del gremio de las empresas de servicios públicos ANDESCO. No se sabe qué hacía antes, pero fue paciente y llegó donde era.

Dado que ese tipo de cargos que requieren un gran ejercicio del “lobby”, exigen muy buenas relaciones políticas, se me viene encima una de sus afirmaciones categóricas: “yo no soy cuota ni he tenido nexos con ningún partido político”. La verdad es que, si no los tenía cuando llegó a ANDESCO, los hizo en abundancia y con éxito en un lapso muy corto, pues a los cuatro años fue nombrado gerente de comercialización de la Electrificadora Santander. Lo nombró el exsenador conservador José Vicente Villamizar, quien era el gerente general.

Roa tiende a ponerse bravo cuando testigos de esa época afirman que reemplazó a Villamizar en esa gerencia en el 2007, gracias al impulso del senador Oscar Reyes (condenado en el 2012 por parapolítica). Fue por esos días que afirmó que no era cuota de nadie.

Diferentes medios coinciden en afirmar que, por el contrario, ha contado siempre con padrinos políticos de los más diversos partidos. Roa se sabe mover. Estuvo allí tan solo dos años, hasta el 2009, pues salió luego de que EPM adquiriera la mayoría accionaria de esa electrificadora.

Los siguientes tres años trabajó con la organización Ardila Lulle como gerente de negocios de energía. Le fue bien consiguiendo nuevos amigos, entre ellos, el empresario William Vélez y el político Gustavo Petro. ¡Gente de todas las orillas!

Cuando este último llegó a la alcaldía de Bogotá en el 2012, lo llevó a la gerencia de TGI, la Transportadora de Gas Internacional, filial de la Empresa de Energía de Bogotá, y dos años después, fue nombrado presidente de esa entidad. Estuvo allí entre 2014 y 2016. Ya para entonces, según las denuncias, Roa era experto en malas mañas… direccionamiento de contratos, imposición de nombramientos. Cosas así.  

Hay una pregunta no resuelta que me genera mucha inquietud. Al salir de EEB en 2016, Roa pasó fugazmente por CELCO y por la Termoeléctrica la Luna (no sé de quiénes serán esas compañías) y se fue a trabajar en 2019 con William Vélez en la concesionaria de energía que este tenía en Honduras. La cercanía de ese empresario con Álvaro Uribe es conocida y se trata de una figura pública nada grata para Petro. El presidente del cambio se ha referido al empresario como parte de “mafias paramilitares”. Uno podría imaginar que tal decisión habría causado fisuras en su amistad con el ingeniero mecánico, pero no fue así. ¿Cuál será el talento de Roa para Petro y para la política del cambio?

Y entonces, el 28 de enero de 2022 fue nombrado gerente de la campaña presidencial. Su misión, conseguir los recursos para la recta final. Hizo la tarea. Consiguió más de lo que la ley permitía y violó los topes. Lo acompañaron dirigentes muy hábiles en esos menesteres como el archiconocido Armando Benedetti. Hicieron buenas migas y hablaron con los que tenían que hablar. Las investigaciones aún no se detienen.

Ya en el poder y lleno de gracia, el círculo virtuoso de Ricardo Roa se cierra con su nombramiento como presidente de ECOPETROL. En trance de figura pública, habla por los medios, amenaza con demandas, denuncia conspiraciones en su contra y presenta informes de sus “éxitos”. Se le nota la dicha.

Miente mirando a los ojos, responde con suficiencia. “No, no conozco a ese personaje” ―dice a propósito de una denuncia― y al otro día, como pruebas de una larga amistad, le publican fotografías con el susodicho personaje, pero él no se inmuta. Tiene la certeza total de que no le va a pasar nada.

¿Que su pareja interviene en asuntos de la empresa, recomienda personajes, presiona, consigue negocios? ¡No, señor! Todas las acusaciones son infamias y persecuciones (el viejo truco). La prueba es que su esposo no tiene ningún contrato con ECOPETROL. ¿Vio?

Roa se autodefine como el colombiano más perseguido, más fustigado, pero tiene la “tranquilidad” de su recorrido profesional y de sus logros. Ha de saber usted que, según él, ECOPETROL está viviendo con Roa el periodo más luminoso de su historia.

Su célebre monólogo con El Tiempo en donde “lo aclara todo” sobre la compra de su estruendoso apartamento, deja dos afirmaciones en las que creo profundamente. La primera: “no hay la más mínima posibilidad de demostrar y comprobar lo que el señor (Johny Giraldo) está diciendo sobre que yo acudí a William Vélez para apalancar la compra o las mejoras ni nada que tenga que ver con mis activos o con mis bienes”. No. No debe haber manera, claro. Sobre esas trapisondas no se firman documentos. La segunda sobre las modificaciones que hizo en el mismo y el lío con este proveedor: “si yo de entrada hubiera sabido que las mejoras iban a valer más de una vez lo del departamento, jamás habría entrado en eso”. Le creo. El “brillante” ejecutivo no hizo ningún análisis ni valoración alguna; no pidió cotización, no sabía la dimensión de las reformas que había emprendido. Todo apunta a que su proveedor apareció como por arte de magia y que han debido hablar del trabajo, pues este se hizo, pero nunca hablaron de plata. Realmente, Roa nunca sabe, él solo hace las tareas que le encomiendan.

A estas alturas, nadie sabe tampoco, ni puede imaginar, lo que el gobierno del cambio le tiene previsto al ingeniero para el 2025. Lo que no admite duda es que, para Gustavo Petro y el gobierno del cambio, Ricardo Roa es un personaje muy importante. Buen muchacho, dicen.

Columna de opinión tomada de Al Alberto. En contravía (La tribuna de expresión de Alberto Morales Gutiérrez).
Publicada el 3 de enero de 2025.

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Abogado de la Universidad de Caldas, publicista y experto en comunicación estratégica, con más de 30 años de experiencia. Director de MoralesCom. Autor de ‘Comunicación perceptual’ y otros libros. Ha sido docente universitario y columnista de opinión en varios medios de comunicación.

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