En diciembre del 2024 el portal de periodismo La Silla Vacía, publicó el artículo “¿cuántas personas pasan hambre en Colombia y por qué importa tener una cifra precisa?”, elaborado por el profesional en economía agrícola y de los alimentos, Andrés Bodensiek, quien hace rato viene investigando el tema. Dado el masivo alcance de la publicación, hoy por hoy el único fenómeno que sacude a los inquilinos asomados en el balcón gubernamental, algunos conmilitones del Gobierno prestaron oficios para tratar de objetar el escrito.
Ripostara uno de aquellos, el congresista David Racero, que el columnista debía citar las fuentes gubernamentales antes que las del programa mundial de alimentos y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, considerándolos carentes de rigor. A cambio, endosa él como ejemplar el método del DANE y la compañía de la FAO. ¡Vaya importancia otorgada a la FAO! Si se trata del mismo Gobierno que reabrió la Embajada de esta organización en Roma como vía de escape para el “tigre” Benedetti, cuyos secretos de campaña amenazan la disminuida popularidad del presidente.
Ahora bien, mientras al representante a la Cámara lo impulsaba el frenesí de reclamarle al profesor Bodensiek que le subiera al Gobierno la nota del parcial del hambre a 3.0, cerca de 4 de cada 10 hogares en Colombia sentían rugir sus tripas, y la hambruna está más próxima al rigor mortis que a la severidad estadística referenciada por el apetitoso congresista. En respuesta, aún más aclaratoria, el profesor enhebró hilos hasta concluir que las réplicas de los áulicos de Petro, contrario a desmentirlo, ratifican lo expuesto: “al gobierno le falta contundencia para disminuir el hambre”.
Cabe agregar aquí otro elemento, al hambre incumben tanto las ganas de comer como la escasez de alimentos básicos y la miseria que rodea esta situación. Frente a esto las experiencias indican que buena parte de la izquierda latinoamericana, agitadora de banderas del socialismo del siglo XXI, traza la línea de la igualdad sobre el eje de la reducción de las cifras del hambre. Propósito ligado en estricto apego a la seguridad alimentaria, renunciando a priorizar la soberanía alimentaria, hecho en el que también claudicó este Gobierno servil a la felonía de varios acuerdos comerciales con Estados Unidos y otros países del orbe.
Siguiendo esta línea, reducen a numerosos grupos de la población, como explicara Marx en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, a que no conozcan otra necesidad que la de comer, lo que se pueda comer; dejando todos los demás sentidos reservados solo para quienes puedan pagar, y pagar cada vez más. Ordenados entonces al rigor de los formularios, inscribirse, engrosar la lista e intentar poder comer de los programas asistidos. Satisfechos quedan a la sazón los voceros gubernamentales tras el engorde de las cifras sobre la reducción del hambre.
Columna de opinión tomada de El Diario —el periódico de Pereira—.
Publicada el 11 de enero de 2025.