El proceso electoral de Venezuela estuvo acompañado ―desde que se convino en las conversaciones promovidas por Estados Unidos, en Noruega, México y al final en Barbados― de toda suerte de decisiones arbitrarias y de garantías burladas. Estas fueron permitidas dentro de la estrategia de la superpotencia en ese país: pasar de las presiones y sanciones a una convenida aquiescencia con el gobierno de Nicolás Maduro, un apaciguamiento, en busca de preservar la hegemonía hemisférica y limitar la acción de otros poderes globales.
En el “toma y dame” del contubernio, el régimen de Maduro otorgó hasta 2050 a la Chevron Corporation la concesión y propiedad de un 40% de Petroboscán y PetroIndependencia, dos empresas que exportan 145 mil barriles de petróleo al día.
Tan perverso canje ratificó la denuncia hecha por organizaciones patrióticas venezolanas de que los miembros de la cúpula del PSUV son operadores del gran capital, en menoscabo del ingreso de la población; en la supresión de derechos económicos y sociales de los trabajadores, incluyendo reducciones salariales pactadas en convenciones colectivas; en el deterioro del ahorro de los sectores medios de la producción y en la gestación de una diáspora de millones, arrojados al envilecimiento de su trabajo en los países de destino, entre los que Colombia ocupa el primer lugar.
Las villanías del Gobierno de Maduro, que no pueden justificarse con ningún ropaje, muestran que representa los intereses de una camarilla que usufructúa el poder y no los democráticos de la nación venezolana. De ahí los tramposos procedimientos a los que ha acudido antes, durante y después del 28 de julio para perdurar.
El gobierno de Biden, con Gustavo Petro sirviéndole de “canciller” en la componenda, demanda, por lo pronto, la publicación de las actas que legitimen la espuria proclamación de Maduro. Mientras tanto, miles de hombres y mujeres ya se han lanzado a las calles y hacen ruidosos cacerolazos en Caracas y en otros estados al grito de “libertad”.
El partido Colombia Soberana, a la vez que denuncia el vasallaje de Petro, exhorta a respaldar al pueblo de Venezuela en una decisión autónoma sobre su futuro, sin intromisión externa. En ella han de contar tanto el resultado real de los comicios como las expresiones de amplia y justa resistencia, con las cuales nos solidarizamos.