Carlos Gaviria Díaz (Sopetrán, 8 de mayo de 1937 – Bogotá, 31 de marzo de 2015) fue un destacado académico y dirigente, quien, a través de su quehacer político e intelectual, buscó proteger las libertades democráticas de los colombianos y colombianas.
Fue magistrado y presidente de la Corte Constitucional; profesor de varias universidades como Los Andes y la Universidad de Antioquia; senador de la República por el Polo Democrático Alternativo (PDA), así como ex presidente del mismo partido de izquierda democrática que en 2006 obtuvo 2.600.000 votos.
Respecto a su trabajo como magistrado, se destacan las sentencias C-239/97, que despenaliza el homicidio por piedad asistida; la C-179/94 que plantea limitaciones impuestas a los estados de excepción; y la C-221/94 la cual delimita el marco para el consumo de la dosis mínima de droga. Normativas que establecieron una estética crítica a partir de la humanización de las leyes y que hoy son referentes de la defensa democrática de las libertades individuales.
Siempre luchó por la construcción de un verdadero proyecto de izquierda democrática que le permitiera a Colombia desarrollarse como una nación soberana, próspera, independiente y en paz. En dicho frente, la necesidad de indagar y rechazar las prácticas neoliberales ―y sus máximas expresiones como los Tratados de Libre Comercio (TLC)― fueron los bastiones que el maestro Gaviria defendió tajantemente. Muchos recordamos su frase “sin sectarismos, pero sin ambigüedades” como consigna que encarna la dialéctica coherente entre la defensa de unos principios y la amplitud en política.
En los años como senador, Gaviria Díaz mantuvo una sólida oposición al reaccionario gobierno de Álvaro Uribe Vélez el cual, bajo el discurso de “seguridad democrática” no sólo permitió la profundización del neoliberalismo, sino que garantizó el aislamiento político de las expresiones alternativas y de izquierda democrática en el país.
Sobre Petro, cuando este resultó elegido como alcalde de Bogotá, Carlos Gaviria señaló con acierto: “Gustavo Petro gana porque le ha hecho demasiadas concesiones a la política tradicional”, argumento que resume a cabalidad el actuar del actual inquilino de la Casa de Nariño, quien ha sido más que complaciente con Estados Unidos y la politiquería criolla. Basta ver personajes como Armando Benedetti, que nos venden como parte de la renovación, en el gobierno actual y la actitud servil de Petro ante los gringos, a quienes no les cuestiona que quieran ejecutar proyectos militares en la Isla Gorgona. Por el contrario, el maestro Gaviria siempre señaló que: “la Soberanía es para los países, lo que la dignidad es para las personas”.
En tiempos en los que a nombre del “cambio” y de un clima de confusión y hostilidad con cualquier voz disidente, que se mantiene con bodegueros y barras bravas a los que se les paga con recursos públicos, es menester preservar el legado de Carlos Gaviria, su pulcritud y lucidez y que cada colombiano entienda que el Gobierno Petro no es un cambio ―ni es de izquierda―, es peor de lo mismo.