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La tramoya del engaño constituyente | Pronunciamiento de Colombia Soberana

Pronunciamiento de Colombia Soberana sobre las intenciones manifiesta de Gustavo Petro.

Los malabares demagógicos de Gustavo Petro, actual inquilino de la Casa de Nariño, son una penosa repetición histórica de los llamados que -en nombre del “pueblo”- han instaurado las reformas y los proyectos más lesivos, precisamente, para ese mismo “pueblo”.

Coincide con las anteriores convocatorias a constituyentes, presentadas como en busca de conquistas democráticas, pero que concluyeron en todo lo contrario. Al no aceptar la invitación a participar en la de 1991, Francisco Mosquera explicó que «queda franqueable la vía extraordinaria de variar el ordenamiento jurídico de la nación mediante los acuerdos políticos, un recurso que en nuestra historia siempre ha servido para imponer fraudulentamente, sobre la mayoría doblegada, la voluntad de los transitorios detentadores del mundo. Y con “asambleas populares”, las “consultas populares” y demás artificios “populares”, las cabildadas se terminan legitimando, igual en los tiempos de Bolívar que en los días preliminares al Frente Nacional» (‘No participamos de la Constituyente’, El Tiempo, 10 de octubre 10 de 1990). 

El entonces denominado M-19, una patulea, como lo definió Mosquera, del cual Petro era militante, promovió y participó en la Constituyente del 91, que allanó el camino jurídico para implantar las órdenes de Washington y las “recomendaciones” de los organismos económicos internacionales, a fin de instaurar las políticas aperturistas y neoliberales más crudas, la “globalización”.

Ahora, con el argumento de que no están siendo aplicadas las recetas imperialistas, condensadas en sus reformas, Petro invoca una nueva constituyente o un “proceso constituyente”, como lo declaró al periódico El Tiempo del 18 de marzo. Un mecanismo engañoso para, al pasar por encima de los términos fijados en 1991, imponer a punta de cabildadas populares noveles proyectos neoliberales, contrarios a la soberanía y a la “democracia” colombiana ―endeble e imperfecta―. 

Como no se avizora nada conveniente para la nación, se ciñe como anillo al dedo a las actuales circunstancias, la sentencia de Francisco Mosquera en el fragor de la Constituyente de 1991: “el reformismo hoy en boga no es fruto de los actos soberanos de la administración recién establecida, sino de las presiones de las autoridades de Washington”.

Se vislumbran además como propósitos de la cabildada popular, la “paz total”, que mezcla las mesas de negociación con las masacres, desplazamientos y confinamientos de la población civil y el avance de la criminalidad; el cambio climático que, al igual que lo demás, sigue las directrices supeditadas al negocio y conveniencia de los grandes monopolios internacionales, mientras se entrega la soberanía y mantienen las políticas del Comando Sur del ejército norteamericano en la amazonia o se instalan bases militares de la armada estadounidense en Gorgona; y la infaltable lucha contra la corrupción encargada insólitamente ahora al sanedrín escogido por Washington para apagar el volcán de la lucha popular, un sector arribista que también incursiona en la repartija de coimas y del erario nacional. Mientras sucede, la aplicación de las políticas retardatarias, ajustadas a los dictámenes financieros internacionales, menguan cada vez más la producción y la riqueza nacionales.

La gran estafa, enfilada contra la nación y el pueblo en nombre del “cambio”, puede implementarse por diferentes rumbos, por malabares engañosos y altisonantes o por la amenaza o por paliativos a la miseria o por ardides políticos, como el oportunista planteamiento de Germán Vargas, de aprovechar para meter su credo reaccionario. Una trampa tendida no a los juristas, ni a los legos ni a los entendidos, sino al pueblo raso, en medio de la ruina de la base productiva.

Los maestros del proletariado alertaron sobre estas emboscadas: «jamás me cansaré de repetir que los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. Son los peores, porque excitan los malos instintos de la multitud y porque a los obreros atrasados les es imposible reconocer a estos enemigos, los cuales se presentan, y a veces sinceramente, como amigos. Son los peores, porque en este período de dispersión y vacilaciones, en el que la fisonomía de nuestro movimiento está aún formándose, nada hay más fácil que arrastrar demagógicamente a la multitud, a la cual podrán convencer, después de su error, sólo las más amargas pruebas» (Lenin, ¿Qué Hacer?).

La farsa y la tramoya del engaño constituyente han de confrontarse con la resistencia civil contra el régimen petrista que ya empieza a emular entre los más retardatarios que ha tenido Colombia.

Partido Colombia Soberana, 21 de marzo de 2024

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