El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha demostrado que su política no será nada amigable con Latinoamérica, sino que, por el contrario, buscará fortalecer el sometimiento que tiene hacia el pueblo latino, a favor de los intereses estadounidenses. Una muestra clara es que Trump expresó que buscará recuperar el Canal de Panamá debido a las altas tarifas arancelarias que pagan los embarques estadounidenses al cruzar. Pero, ¿por qué habla Trump de recuperar el Canal de Panamá?
Para entender por qué Estados Unidos habla de recuperar el Canal, nos debemos remitir a inicios del siglo XIX. El gobierno liberal de Aquileo Parra Gómez había firmado una concesión con la firma francesa Société Civile en donde se le otorgaban los derechos exclusivos para construir un canal marítimo en la provincia de Panamá. La denominada concesión Wyse tenía como cláusula que el canal sería construido por dicha empresa y se le revertirían los derechos de aquella infraestructura al gobierno colombiano pasados 99 años. Este proyecto terminó fracasando 10 años después dado que el terreno de construcción era muy distinto al que se enfrentaron los ingenieros franceses en la construcción del canal de Suez, lo que generó grandes problemas de construcción y sobrecostos, llevando a esta firma a declararse en bancarrota en 1889. Una vez en bancarrota, la Société Civile vendió los derechos que conservaba de la construcción del canal a la firma norteamericana Panamá Canal Company.
Al poco tiempo, Colombia entró en una de sus peores guerras civiles, denominada la Guerra de los Mil Días, que había iniciado en 1899 con la confrontación por el poder del país entre el Partido Liberal y el Partido Conservador y que finalizó en 1902 con victoria del Partido Conservador y cuyo acuerdo de finalización de la guerra fue redactado en el acorazado Wisconsin de la armada estadounidense. Dicho conflicto generó un desequilibrio político y social en Colombia que era observado de cerca por Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos en el momento en que empezaba la aplicación de la Doctrina Monroe, para así perfilarse como la única potencia imperialista en América Latina, y quienes ya tenían sobre la mesa la construcción de un canal marítimo en Centroamérica.
La Guerra de los Mil Días dejaría a Colombia con una profunda devastación territorial y un agudo desequilibrio político e institucional, y que con el fracaso de la incursión francesa en la construcción del Canal, crearía el escenario perfecto para la embestida estadounidense. Para junio de 1902, el senado estadounidense votaba a favor de la construcción del Canal de Panamá y seis meses después se estaría firmando el Tratado Hay-Herrán, entre el secretario de Estado John M. y el encargado de las relaciones exteriores colombianas Tomás Herrán, acuerdo donde el Gobierno colombiano aceptaba las directrices gringas. Sin embargo, pese a la aprobación del Congreso estadounidense, el Congreso colombiano rechazó los términos de Estados Unidos para la construcción del Canal de Panamá.
Ante la negativa colombiana, el presidente Roosevelt optó por apoyar el movimiento separatista del departamento panameño ―aflorado bajo las circunstancias de la posguerra―. El Gobierno estadounidense no solo apoyó política y financieramente al movimiento separatista, sino que también se encargó de obstaculizar el traslado de tropas colombianas a Panamá capturando a los generales de las tropas nacionales.
Esta primera intervención por parte de Estados Unidos marcaría el inicio de una estrategia por el total dominio de la región, ya que, una vez consolidada la independencia de Panamá en 1903, el Gobierno estadounidense y el nuevo Gobierno panameño firmaron el tratado de Hay-Bunau Varilla, el cual le otorgaba a Estados Unidos el derecho de construir, manejar, explotar y dirigir el canal de Panamá durante 100 años. Posteriormente, en 1914, Estados Unidos firmó el tratado Urrutia-Thompson, el cual le otorgaba a Colombia extensiones de impuestos sobre el cruce de sus embarcaciones en el canal de Panamá y una suma de veinticinco millones de dólares en compensación por la pérdida del departamento. Esto le bastó a la oligarquía colombiana, que una vez hecho borrón y cuenta nueva empezaba a entrar en etapa de sometimiento ante el Gobierno estadounidense.
Este hecho representó una agresión a la soberanía de Colombia y a la de Panamá, que se constituía como país. Traer a colación este suceso por parte de quienes defendemos la soberanía de nuestra nación nos permite rechazar las intenciones de Estados Unidos sobre el canal de Panamá y recordarle a la población colombiana que nunca hemos sido aliados estratégicos de Estados Unidos. Por el contrario, hemos sido una nación que desde 1903 ha sido agredida por los intereses imperialistas estadounidenses, desde la destrucción de nuestra economía y desarrollo productivo hasta la vulneración de nuestro territorio con trasnacionales y bases militares estadounidenses.
En este contexto, seguiremos denunciando al Gobierno de Gustavo Petro y su política que profundiza la recolonización del país, lesiona la soberanía y la autodeterminación, su aparato productivo y patrimonio, así como seguimos exigiendo que se detenga la construcción de instalaciones militares estadounidenses en Gorgona y otras regiones, y se desista de toda intervención militar extranjera, amparadas tras la falsa premisa del cuidado del medio ambiente.