En Colombia el atraso en la producción nacional afecta a las mujeres de manera directa, económica y culturalmente. El feminismo liberal y el imperialismo estadounidense promueven ideas erradas, como que el cuerpo de las mujeres puede ser una herramienta para el “trabajo sexual”, borrando la consigna de las feministas radicales que nombran esta actividad como explotación sexual. Estas consignas promovidas desde el neoliberalismo omiten consecuencias como la trata de personas. Hoy es un día especial para tomar conciencia de la difícil situación de las víctimas de la trata de personas y para combatir la explotación sexual.
La prostitución y explotación sexual genera graves consecuencias para las mujeres, como la trata de personas. Para el periodo entre el 2020 y el 2023 se presentaron 710 casos de trata, de los cuales 478 se registraron por explotación sexual. De estos, en el 2023, 208 casos fueron víctimas mujeres ¹ . Es decir, el 82 % de víctimas de trata son mujeres y la finalidad de estos responde en un 73,6 % a la explotación sexual.
En este contexto la respuesta de un sector de la bancada del gobierno Petro (específicamente del Partido Comunes, pertenecientes al Pacto Histórico), es promover un proyecto de ley que impulsa la ‘dignificación’ de la explotación sexual, presentándola como un «trabajo» generando lineamientos para garantizar los «derechos laborales y la seguridad social», definiendo el «trabajo sexual» como una actividad sexual remunerada de manera «voluntaria». El proyecto de ley pretende regular esta actividad en burdeles, centros de entretenimiento nocturnos, discotecas etc.
Las condiciones laborales para las mujeres en Colombia son adversas y la brecha laboral se amplía cada vez más. La tasa de desempleo en junio de 2023 fue del 11,6 % para las mujeres, mientras que la de los hombres fue del 7,7 % ². Además, los hogares encabezados por mujeres presentan tasas de pobreza monetaria más altas, con un 37,7 % en pobreza y un 13, 9% en pobreza extrema. Estas cifras evidencian que las mujeres son explotadas sexualmente no por elección, sino como consecuencia de la falta de oportunidades en un país con altas tasas de desempleo.
La ausencia de una política económica sólida que genere empleo y oportunidades ha llevado a una pérdida de más de 226.000 puestos de trabajo en diferentes sectores, entre abril de 2023 y abril de 2024 ³. Mientras tanto, el gobierno de Gustavo Petro ha optado por impulsar el turismo como motor de desarrollo, una actividad que ha sido utilizada por los proxenetas para potenciar el «turismo sexual». Ciudades como Medellín han experimentado un aumento significativo de la explotación sexual y la trata de personas, disfrazadas bajo la apariencia del turismo. El caso del Hotel Gotham, donde se encontró a un turista estadounidense con dos niñas de 12 y 13 años, es un ejemplo alarmante de esta realidad.
El turismo en Colombia representa un 7% del PIB de ciudades como Medellín, donde los visitantes gastaron $221 millones de dólares en el primer trimestre de 2023. Sin embargo, un 57 % de estos visitantes fueron hombres con una edad promedio de 37 años ⁴, lo que evidencia que el turismo es aprovechado para la explotación sexual de niñas y mujeres.
Para enfrentar este grave problema, el gobierno debe asumir un compromiso real con el progreso económico del país, brindando acceso a trabajos dignos y educación. Además, es fundamental abolir la cultura del neoliberalismo sexual que promueve la explotación de las mujeres. Como señala Ana de Miguel, “La práctica de la prostitución refuerza la concepción de las mujeres como cuerpos y trozos de cuerpos de los que es normal disponer y que ni si quiera suscitan el interés de preguntar cómo o por qué están ahí. El hecho de que los varones busquen y encuentren placer sexual en personas que obviamente no les desean en absoluto es, sin duda, una importante materia de reflexión sobre el abismo que se abre bajo la aparente igualdad y reciprocidad en las expectativas y vivencias de la sexualidad” (Neoliberalismo Sexual: El mito de la libre elección, pág. 50, 2015) ⁵.
Para combatir la trata de personas, es necesario abolir la explotación sexual y dejar de disfrazarla como una actividad económica legítima. Las mujeres no eligen ser explotadas, sino que son víctimas de un sistema que las coloca en una situación de vulnerabilidad.