Varios estudios recientes de autoridades académicas e internacionales lo confirman: el derecho a la alimentación, y la viabilidad misma del modelo agroalimentario colombiano están en riesgo debido a la carencia de avances en materia de soberanía alimentaria y a los retrocesos progresivos en materia de seguridad alimentaria.
Mientras las ciudades muestran una reducción estancada en los niveles de inseguridad alimentaria, las zonas rurales —donde se produce la mayor parte de la comida del país— están viendo un agravamiento de esta problemática. Así lo advierte un reciente análisis de la FAO y el DANE uno de cada dos hogares rurales sufre inseguridad alimentaria, incluso en regiones con tierras fértiles y vocación agrícola.
La alerta es global pero en Colombia no ha habido mejoras sustanciales, pese a que el Gobierno en cabeza del presidente Petro diga lo contrario, en cada ocasión que puede. Según el informe de la Red Mundial contra las Crisis Alimentarias, coordinada por la FAO y otras agencias de Naciones Unidas:
“Colombia ha visto un aumento significativo de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda, especialmente en zonas rurales afectadas por conflicto armado y eventos climáticos extremos” (Global Network Against Food Crises, 2024, p. 67).
La autosuficiencia que no tenemos hace décadas sigue sin alcanzarse
Un riguroso análisis publicado en Nature Food reveló que Colombia es autosuficiente solo en 3 de los 7 grupos alimenticios esenciales: frutas, lácteos, y carne, de un análisis que incluye además los grupos de verduras, pescados, legumbres, entre otros (ver gráfico anexo). Esto significa que nuestra capacidad de alimentarnos depende críticamente de las importaciones, muchas veces sujetas a choques externos como pandemias, guerras, bloqueos logísticos y a crisis diplomáticas causadas adrede por líderes volátiles.
“Solo Guyana logra producir internamente todos los alimentos necesarios para una dieta saludable. Colombia no alcanza la autosuficiencia en más de tres grupos alimenticios esenciales” (Stehl et al., 2025). Desde esta perspectiva científica que excede los tintes políticos, queda claro que en Colombia no existe la soberanía alimentaria plena.
El problema no es solo productivo, sino estructural. Monocultivos exportadores, abandono de la agricultura campesina, uso excesivo de fertilizantes importados y desplazamiento de comunidades rurales productoras en medio de una violencia que contrario a cesar, atemoriza, aísla y pone en situación de hambre a millones de colombianos.

Porcentaje de autosuficiencia en grupos específicos de alimentos. Fuente: Stehl et al., 2025.
¿Soberanía o dependencia?
Colombia ha priorizado durante décadas una política de apertura comercial que favorece los productos importados, muchas veces más baratos pero subsidiados desde su origen. Esto ha generado una paradoja trágica: un país con tierra fértil, clima privilegiado y diversidad agrícola importa hasta el 70 % de ciertos alimentos como trigo, cebada, lentejas o soya.
Sumado a esto, la crisis climática ha hecho más vulnerables los cultivos de pequeña escala, y el conflicto armado ha desplazado a cientos de miles de familias productoras. En este contexto, la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania expusieron las debilidades del sistema alimentario global, y dejaron claro que la autosuficiencia alimentaria ya no es una opción ideológica, sino una necesidad estratégica.
En lugar de depender de alimentos importados, Colombia debe fortalecer urgentemente su producción local sostenible, con políticas que incentiven la producción diversificada a pequeña y mediana escala, que protejan el acceso a la tierra de comunidades campesinas e indígenas; que apoyen la transformación local y los circuitos cortos de comercialización, y que establezcan reservas estratégicas de alimentos básicos.
La agricultura regenerativa, la asistencia técnica rural, los mercados campesinos y la agroecología ya están demostrando su eficacia a pequeña escala. El reto es escalar estas iniciativas con voluntad política y financiación pública aun no muestra resultados.
El hambre en Colombia no ha disminuido, aumentó
Los datos son claros. Cuando se habla de ausencia de soberanía alimentaria, se trata de producción de alimentos, de oferta, pero al hacer un análisis completo de la situación no se puede dejar por fuera la demanda, el consumo, que es la otra cara de la moneda, la más oscura, llamada de forma técnica inseguridad alimentaria: hambre.

Fuente: Elaboración propia con datos de: THE STATE OF FOOD SECURITY AND NUTRITION IN THE WORLD 2025. FAO.
El último informe de la FAO nos muestra claramente varias cosas: la primera, es que la prevalencia de desnutrición mejoró sustancialmente desde 2016, esto se puede explicar como un efecto de la pandemia. Es conocido que luego de este evento planetario, millones de personas cambiaron sus hábitos alimenticios y comenzaron a consumir alimentos más nutritivos. Colombia no fue la excepción. Como se ha analizado en columnas anteriores y como se puede verificar al final de esta columna, el Gobierno Petro no puede sacar pecho en materia de mejoría de la desnutrición crónica infantil.
Lo segundo que reflejan los datos de la FAO de manera inequívoca es que la inseguridad alimentaria, la experiencia del hambre, ha aumentado. Según ese organismo, pasó de afectar a un total de 12,9 millones en el periodo 2016 a 2022, a impactar a 17,1 millones de personas entre 2022-2024. Un aumento de 4.2 millones de personas adicionales en condición de hambre durante el actual periodo de gobierno.
Cabe corroborar y apuntalar estas cifras lúgubres, con las que arrojó hace algunas semanas la CEPAL, por medio de su directora en Colombia, Ángela María Penagos. Según este organismo de Naciones Unidas, hay 17,2 millones de colombianos en condición de inseguridad alimentaria moderada y grave. Lo que puede traducirse en que en la actualidad al menos el 32 % de los habitantes de este país, rico en tierras y recursos naturales, sufren algún tipo de “física hambre”, como lo describió Penagos al presentar estos datos:
“La proporción de hogares en inseguridad alimentaria pasó del 31.2 % al 34.2 %. Es importante entender el concepto de inseguridad alimentaria que viene muy asociado al concepto de pobreza”.
Usando las cifras del DANE, es claro que en el orden nacional, al menos el 31,8 % de la población actual, equivalente a 16.8 millones de personas, vive en condiciones de pobreza monetaria, entendida esta como la situación de quienes viven con menos de $460.000 pesos mensuales. Si analizamos las cifras de la ruralidad el panorama es aún más desolador: Según este organismo gubernamental el 42.5 % de los habitantes del campo colombiano viven en pobreza monetaria. 4.9 millones de Colombianos en la ruralidad no cuentan con ingresos suficientes para adquirir una canasta básica de bienes y servicios (alimentos, vivienda, transporte, educación, salud, etc.) que satisfaga sus necesidades mínimas.
La inseguridad alimentaria en Colombia sigue siendo una tragedia humanitaria que a menos de un año de terminar su gobierno, Petro no ha logrado resolver.
Las advertencias de la ONU y sus distintos organismos, y el análisis científico publicado en Nature Food, convergen en un mismo mensaje: Colombia no está preparada para sostener su sistema alimentario si se cortan las cadenas de importación. No tenemos soberanía alimentaria plena.
Lo que está en juego no es solo la economía rural, sino la capacidad del país de garantizar comida digna, suficiente y estable a su población. Sin soberanía alimentaria, no hay justicia social ni paz territorial posible.
Para cerrar:
La lideresa Wayuú, Jazmin Romero Epiayú, reporta que otro bebé, de tan solo 6 meses de vida, falleció el día de ayer domingo 5 de octubre, a causa del hambre y sed en la comunidad de semetchii – corregimiento de Bahía Honda, Serranía de Jarara, territorio indígena Wayuu. Pese a los miles de millones invertidos por el Grupo Aval en su campaña de relaciones públicas en La Guajira, implementada por Laura Sarabia, siguen muriendo niños en esta zona del país. Según la Procuraduría, solo en 2024 murieron 149 infantes menores de 5 años por desnutrición en todo el territorio nacional.
Es inaceptable que un gobierno que se hizo elegir con las banderas del derecho a la alimentación y que prometió cambiar en algo esta cruenta realidad no la cambie, sino que la empeore. Muchos discursos, pocos hechos.
Columna de opinión tomada de La Silla Vacía.
Publicada el 6 de octubre de 2025.





