Producto de las condiciones que nos han sido impuestas en los Tratados de Libre Comercio, asistimos hoy a los últimos días de la producción de maíz y leche en el país. Declarar la salvaguardia de la leche y denunciar los TLC son la consigna central en la defensa de la producción nacional.
Se aproxima la fecha fatal en que, de acuerdo con los compromisos adquiridos por Colombia en la firma de los Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos y la Unión Europea, podrá ingresar al mercado nacional maíz y leche en cualquier cantidad y con arancel cero. Lo anterior constituye el silbatazo final del desigual enfrentamiento entre la economía colombiana y las economías estadounidense y europea, que condena a la quiebra a centenares de miles de productores nacionales. Todo esto, en el marco de un gobierno cargado de demagogia y que continúa ejecutando acciones que van en contra de la economía nacional.
En lo que atañe al maíz, el TLC con Estados Unidos obligó a Colombia a aceptar un contingente inicial de dos millones de toneladas, que aumentaría 5% cada año hasta 2025, fecha en la que el maíz estadounidense podrá acceder en cualquier cantidad y con cero aranceles al mercado colombiano.
En virtud de este leonino acuerdo, y, según datos de FENALCE, solo en el primer semestre de 2023 ingresaron al mercado nacional 2.935.335 toneladas de maíz, de las cuales 1.864.348, es decir, el 63,51%, provinieron de los Estados Unidos (Fenalce, 2024), país que entre 2018 y 2023 destinó 283 mil millones de dólares a la protección de su producción agraria, en contraste con las condiciones que, por ejemplo, denuncian los productores cordobeses, relacionadas con la ausencia de capacidad instalada para el almacenamiento, baja drástica del precio de captación del mercado que hoy ofrece $900.000 por tonelada, muy por debajo del $1.500.000 que los productores ubican como precio de sustentación (Martínez Petro, citado por La Razón, 2023), y, sobre todo, el desmonte de las políticas de sustentabilidad financiera a la producción alimenticia nacional.
De los interminables campos de maíz que otrora servían de paisaje al viaje por carretera a través de departamentos como Córdoba y Sucre, hemos pasado a la recurrente imagen de decenas de miles de toneladas del cereal en riesgo de perderse a la vera de los caminos, como producto de una política que ha entregado nuestra soberanía alimentaria, condenando con ello a la ruina a grandes, pequeños y medianos productores. Producto de la aplicación de la Apertura Económica y el Neoliberalismo, Colombia pasó de sembrar 786.800 hectáreas de maíz en 1990, produciendo 1.155.000 toneladas del cereal, un promedio de 1,47 Toneladas por hectárea; a sembrar 224.241 hectáreas en el primer semestre de 2023, produciendo 880.608 toneladas, un promedio de 3,93 toneladas por hectárea (Fenalce, 2024). La siguiente gráfica de Fenalce es ilustrativa al respecto.
En relación con la producción láctea el panorama no es para nada halagüeño. En 2026, se cumplirá la fecha en que podrá entrar al mercado nacional cualquier cantidad de leche desde los Estados Unidos, después de un calendario según el cual en 2024 el arancel cobrado bajará a 4,4% a partir de las 17.261 toneladas y en 2025 a 2,2% a partir de las 18.987 toneladas.
A lo anterior hay que sumar el TLC con la Unión Europea, cuya fecha de desgravación total es el año 2028 y que en 2024 permitirá el ingreso de 8.400 toneladas, a partir de las cuales el arancel bajará de 30,6% a 24,5%.
De acuerdo con cifras del DANE recogidas por Fedegan, las importaciones de lácteos han venido manteniendo un ritmo creciente, llegando a corte de septiembre de 2023 a un total de 57.948 toneladas netas, de las cuales 25.267 corresponden a leche en polvo descremada,16.177 a leche en polvo entera y 10.719 a lactosueros, una leche que ingresa al mercado nacional a precios cada vez más bajos y que, en su mayoría, proviene de los Estados Unidos, desde donde en el mismo periodo, han ingresado 22.264 toneladas de leche en polvo descremada, 1.613 de leche en polvo entera y 6.787 de lactosueros. (OPCA, citado por Portal Lechero, 2023)[i]
En contraste con esto, y, de acuerdo con el observatorio de precios y costos de la zona noroccidental del Caribe colombiano –OPCA- a pesar del aumento de la producción de leche en departamentos como Córdoba y Sucre, donde en mayo pasado se produjeron 36,9 y alrededor de 21 millones de litros respectivamente, el acopio formal marca una creciente tendencia a la baja, llegando a 7,2 millones de litros acopiados en Junio de 2022 y marcando cifras de descenso que, para el conjunto del Caribe colombiano fue generalizado: en el Atlántico, 0,8 millones; Bolívar, 1,1 millones; Cesar, 2,9 millones; Córdoba, 0,7 millones; Magdalena, 2,5 millones; Sucre, 0,1 millones. (OPCA, citado por Portal Lechero, 2023)
El OPCA concluye que a pesar de que se intenta asociar la tendencia descendente del acopio industrial a la reducción de la producción de leche cruda por efecto de fenómenos climáticos extremos que impactan, por ejemplo, la alimentación animal basada en pasturas, la evidencia que sus estudios le proveen no avala tal percepción.
La crisis en los sectores maicero y lechero tiene características y origen común. Por un lado, las decenas de miles de toneladas de maíz en riesgo de perderse por el desmantelamiento de la capacidad instalada del sector, debido a la quiebra de cooperativas y empresas producto del aumento creciente de las importaciones, aupado por la desgravación impuesta en los Tratados de Libre Comercio, por otro lado, la disminución progresiva del acopio formal de leche, en comparación con el aumento de la producción, puede asociarse de manera directa con el aumento de la cantidad de lácteos que, en diferentes presentaciones, inundan hoy el mercado colombiano, en detrimento de la cadena láctea nacional, cuya producción no es absorbida por la industria.
Ambos procesos tienen su origen en la adopción de un marco general de política económica que privilegia la apertura del mercado nacional a una producción extranjera, principalmente estadounidense y europea, misma que recibe ingentes y crecientes apoyos financieros por parte de sus gobiernos, sobre la producción nacional que, abandonada a su suerte, se enfrenta a la quiebra de los actores del sector, la disminución del número de hectáreas cultivadas del maíz y la baja rentabilidad para el productor de leche, independientemente de su tamaño.
Ya en su documento de balance y perspectivas 2021 – 2022, Fedegan puso sobre la palestra pública la necesidad de que el gobierno declare la salvaguardia para el sector lechero, lo que implicaría la posibilidad de aumentar los aranceles y redundaría directamente en la disminución de importaciones y el aumento del acopio formal del producto nacional. Una consigna que merece el respaldo de todos los demócratas y defensores de la soberanía alimentaria.
En lo tocante al maíz, la solución no estriba por supuesto en los cantos de sirena que ofrecen a los productores beneficios inciertos como recompensa de cambiar al cultivo de coco y otros productos tropicales, sino en la denuncia de los Tratados de Libre Comercio, que le imponen al sector maicero nacional la desleal competencia con sus “pares” estadounidenses sobreprotegidos por su gobierno, otra promesa de campaña incumplida por el presidente Gustavo Petro.
Respaldadas por el fortalecimiento de las organizaciones de productores a todo nivel y una agenda de movilizaciones que las convierta en tema central de la discusión pública, ambas consignas deben convertirse en núcleo de la resistencia civil contra la quiebra planificada de los productores nacionales.
[i] https://portalechero.com/colombia-las-importaciones-lacteas-no-pierden-impulso-en-el-3er-trimestre-de-2023/#:~:text=Los%20l%C3%A1cteos%20importados%20en%20primer,d%C3%B3lares%20(42%2C7%20%25)