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Juan Antonio Escobar

Co-director del periódico Soberanía. Profesor, escritor e investigador.

Revoluciones Tecnológicas

¿Es la tecnología una revolución o una nueva forma de explotación? Un artículo que analiza el impacto social de la economía digital y las aplicaciones.

No quisiera generalizar, pero cuando los medios de comunicación hablan de avances tecnológicos, tienden a utilizar de forma indiscriminada la palabra revolución. Por ejemplo, el periódico El Tiempo reportó que, durante el Black Friday, programado para los días 24, 25 y 26 de noviembre de este año, los compradores contarán con la asistencia de inteligencia artificial (IA) que les hará recomendaciones personalizadas de acuerdo con su historial de búsqueda. El titular fue: Black Friday 2023: la revolución de la inteligencia digital en las compras. De igual manera, el portal ECD Confidencial Digital calificó el aumento en el número de transacciones electrónicas de compra de medicamentos como la revolución del comercio electrónico en el sector farmacéutico. Y así, podríamos seguir con los ejemplos.


Ahora bien, dentro de las acepciones del término revolución que se encuentran en la RAE hemos de destacar tres: la primera, es cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional; la segunda, levantamiento o sublevación popular; y la tercera, cambio rápido y profundo en cualquier cosa. Por razones obvias, dejamos de lado las definiciones que hacen alusión al movimiento de los cuerpos, ya sea giro o rotación. Podemos convenir entonces, que la palabra debería utilizarse para designar cambios profundos, no coyunturales, y preguntarnos si su uso es adecuado para “simples” procesos de innovación incremental, como fabricar celulares más livianos, integrar su teclado a la pantalla o a la popularización de las aplicaciones digitales de domicilios.


No se trata de un simple problema del lenguaje, pues la pregunta que nos atañe es relevante: ¿el desarrollo tecnológico, en concreto, de la economía digital y de sus alternativas, podría considerarse un cambio estructural en la sociedad o, por el contrario, estamos ante nuevas expresiones de viejos asuntos? En lo que respecta a las aplicaciones, muchos académicos se depuran por la segunda opción. Algunos señalan que estas dividieron trabajos otrora formales, en actividades cada vez más pequeñas y baratas, por lo que se expandió la precariedad. Tal es el caso de Mechanical Turk de Amazon en el que se le paga a alguien una pequeña suma por trascribir un audio, etiquetar fotografías u otras micro tareas.

La llamada revolución digital, de las aplicaciones o de las compras, a pesar de lo amigable e intuitiva que pueda resultar nuestra interacción con la pantalla del celular o del ordenador, está sustentada en jornaleros digitales que, seducidos por la promesa de una falsa independencia, u obligados por la necesidad, asumen trabajos de una precariedad inaceptable. Muchos de estos trabajadores se relacionan con algoritmos que, mediante técnicas sutiles de presión, imponen ritmos de trabajo y cantidad de horas. Por ejemplo, los repartidores de Rappi (rappitenderos) en nuestro país, trabajan en promedio entre 8 y 12 horas, y si son venezolanos, 14. Dicha empresa, además, se niega a reconocer a sus trabajadores como tales, y los llama usuarios, cuando no, emprendedores de sí mismos, recurso perverso para negar derechos laborales.


Oportuna resulta la comparación, en un libro de reciente aparición, del neoliberalismo con un gato, dada “…su flexibilidad y agilidad para salir airoso de los problemas que él mismo provocó.” Este sistema de ideas goza de mejor salud que nunca, a pesar de que ciertos sectores de izquierda, caracterizados por su bajo nivel académico, decreten cada tanto su muerte. Cuando toca, el neoliberalismo oculta su rostro tras la máscara del ecologismo, de las discusiones de género y en el caso que aquí hemos señalado, de los desarrollos digitales. Si el pilar de las revoluciones tecnológicas es la mano de obra barata, estas no son ninguna revolución, sino viejas caras de lo mismo.

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Juan Antonio Escobar

Co-director del periódico Soberanía. Profesor, escritor e investigador.

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